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Parte 4 – El desperdicio de tela

Desperdicio debido al tipo de proceso productivo

El término "Fast Fashion" hace referencia a "prendas de producción y precio baratos que copian los últimos estilos de las pasarelas y se lanzan rápidamente a las tiendas para aprovechar al máximo las tendencias del momento". El modelo de moda rápida se denomina así porque implica el rápido diseño, producción, distribución y comercialización de prendas de vestir, lo que significa que los minoristas pueden sacar grandes cantidades de una mayor variedad de productos y permitir a los consumidores obtener más moda y diferenciación de productos a bajo precio.[1] Se estima que esa industria es responsable del 10% de las emisiones mundiales anuales de carbono.[2]



Las marcas de “moda rápida” producen hoy el doble de ropa que en el año 2000. Este espectacular aumento de la producción también ha provocado un incremento de los residuos textiles tanto antes como después de la producción. Debido a la cantidad de recortes para la confección, se desperdicia un gran número de materiales que no se pueden seguir utilizando, que corresponden aproximadamente al 15% del tejido utilizado en la fabricación de prendas.[3] Ese porcentaje se convierte en millones de toneladas de desperdicio de telas en cada año.


Debido al exceso de consumo y de lavado de las prendas

La cuestión de la moda rápida también puede enfocarse desde el punto de vista del consumidor. Compramos más ropa que nunca, nos la ponemos menos veces y la desechamos a un ritmo más rápido. En los últimos 10 años, el número de prendas compradas por consumidor se ha más que duplicado. Se prevé que el consumo mundial de ropa aumente un 63%, pasando de los 62 millones de toneladas actuales a 102 millones en 2030.[4]


Se estima que más de la mitad de la moda rápida producida se desecha en menos de un año,[5] y que la prenda media sólo se usa diez veces antes de desecharla.[6] Nueve de cada diez prendas acaban en el vertedero mucho antes de lo debido, sobre todo por el exceso de lavado, que puede dañar el tejido, desteñir los colores, deformar las prendas, encogerlas y estropearlas por la pérdida de color.[7] 



Se estima que una prenda en promedio se usa 10 veces antes de ser tirada, generando al menos 39 millones de toneladas de residuos textiles posconsumo en todo el mundo. Prolongar la vida útil de la ropa ofrece, por tanto, un gran potencial global en cuanto a objetivos de reducción de emisión de carbono, consumo de agua y producción de residuos.[8]


[2] Ver: Electrolux, 2021.


Referencias

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