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Pisadas que quedaron: zapatos, migración y las vidas que no llegaron

El pasado 1 de noviembre dedicamos un altar de muertos con el titulo ¨Tras la estela de sus pasos¨ La iniciativa se trataba de invitar a la población a escribir un mensaje para todas aquellas personas que no se conocen sus nombres, pero que sabemos que fallecieron en el paso de México y estados unidos.


Una problemática con todo y las políticas del presidente TRUM no ha parado y todavía existen personas que ponen en riesgo sus vidas y en ocasiones las de sus hijos con la esperanza de encontrar una vida mejor.


En el altar seleccionamos zapatos como el elemento principal, por que cuando la moda mira al mundo real, le pide cuentas al tiempo y al cuerpo. Para la moda los zapatos —son objetos con fuerte carga estética en cualquier pasarela y son los artículos que nos acompañan en cada paso que damos. — reaparecen fuera de las vitrinas como restos de un viaje imposible: pares gastados, tenis solitarios, sandalias enterradas en la arena y cuentan la historia también de nuestro pasar por este mundo terrenal.


En la frontera entre México y Estados Unidos esas mismas piezas se convierten en testigos materiales de una crisis humanitaria que las estadísticas apenas logran delimitar. Desde 1998, al menos 8,000 personas han muerto intentando cruzar la frontera desde México hacia Estados Unidos, y ese conteo —por conservador que sea— es una cifra que exige nombres, contextos y memoria.



Los motivos de la muerte son múltiples: exposición extrema al calor o al frío, ahogamientos en el Río Bravo, caídas, choques en rutas controladas por coyotes, y condiciones médicas agravadas por el viaje. Los reportes oficiales y las investigaciones periodísticas han documentado picos y pormenores en distintos gobiernos. Por ejemplo, los recuentos oficiales de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) han sido objeto de informes anuales que distinguen entre muertes “en custodia” y “no en custodia”, mientras que organizaciones y académicos sostienen que la cifra real es mayor debido a subregistro y cuerpos no localizados. El propio informe de CBP sobre muertes relacionadas (FY2023) contiene datos que evidencian la continuidad del problema y su complejidad institucional.


Los cuerpos no son lo único que queda atrás: los objetos personales —ropa, documentos, agua y, a menudo, zapatos— quedan dispersos en senderos, arroyos y alambrados. Voluntarios y ONG que realizan “desert runs” y labores de búsqueda y salvamento recogen estas piezas como indicios de pasos humanas. Algunos museos y colecciones han documentado y conservado zapatos recuperados de rutas migratorias como evidencia material de las trayectorias forzadas (un par conservado en el Museo Nacional de Historia Estadounidense es uno de los testimonios físicos de estas travesías). Esas piezas calladas cuentan historias que las cifras no pueden por sí solas explicar: los modelos, el desgaste, las huellas de barro o sangre hablan de trayectos, edades, prisas, frío y largas jornadas de pie.


La prensa estadounidense ha cubierto episodios concretos que ilustran el drama: en áreas como Pima County (Arizona) o Maverick County (Texas) —lugares donde patrullas y forenses han hallado cuerpos en gran número— la recuperación de cadáveres y el colapso de capacidades locales han sido narrados por medios nacionales. Investigaciones de gran calado han mostrado además que los contadores oficiales a veces subestiman el total; medios han señalado cómo el aumento de medidas de control en ciertas áreas obligó a migrantes a tomar rutas más peligrosas, con el consecuente incremento de muertes por exposición o ahogamiento en ríos fronterizos según Los Angeles Times.


Más allá de la tragedia individual, existe un potente símbolo cultural en México alrededor del acto de “colgar los zapatos” o de ver tenis colgados en cables: en muchas comunidades la praxis ha funcionado como señal de una pérdida o como ritual de despedida, y su uso popular dio lugar a expresiones coloquiales (por ejemplo, “colgó los tenis”) que aluden a la muerte. El gesto que en algunos barrios fue antaño una manera de avisar al vecindario se vuelve, en el contexto fronterizo, una metáfora doble: objetos colgados o abandonados que señalan una ausencia y, al mismo tiempo, una denuncia muda. La prensa cultural y los analistas han rastreado ese significado popular y su evolución a lo largo del tiempo.


La moda —sector que produce objetos destinados a ser vistos y a construir identidad— puede intervenir en esa memoria de distintos modos: con proyectos de visualización, exposiciones que nombren a las personas desaparecidas, ventas con causa que destinen recursos a ONG de búsqueda o campañas que usen el simbolismo del zapato para abogar por políticas públicas. El gesto de recuperar un zapato de la ruta y preservarlo en una vitrina tiene, en ese sentido, la fuerza de los memoriales: obliga a mirar. Exposiciones recientes en la costa oeste han presentado ropa y objetos de migrantes como narrativas visuales que llaman la atención sobre la experiencia humana detrás de la crisis.



Pero la memoria no libra de la política: las decisiones administrativas y las leyes —de distintas administraciones— inciden en las rutas que la gente toma y en los riesgos que enfrenta. Investigaciones periodísticas han documentado cómo medidas de control y reducción de rutas seguras empujan los cruces hacia desiertos y ríos más peligrosos; otros reportes han mostrado fallas en la identificación y en la gestión de restos humanos cuando las morgues locales se saturan. Estos constatados cuellos de botella forenses y administrativos prolongan el duelo y la incertidumbre para familias enteras que buscan a sus seres.


Volver la mirada hacia los zapatos es, entonces, un gesto tanto estético como político. Un zapato abandonado puede ser intervenido por una marca con sentido social: restaurarlo, documentarlo y devolver su relato a la comunidad. Pero también supone una pregunta ética para la moda: ¿cómo trabajar con el dolor ajeno sin exotizarlo ni mercantilizarlo? La respuesta posible es la colaboración con organizaciones de búsqueda e identificación, transparencia en la trazabilidad del gesto y compromiso con políticas que mitiguen riesgos: agua y ayuda en ruta, documentación de casos, y presión pública para mecanismos de identificación y repatriación más eficientes.


Si la moda entiende que los objetos contienen memorias, debe elegir si se conforma con estéticas cómodas o si asume el papel de amplificar voces que de otra manera no llegan a la pasarela mediática. Los zapatos que quedaron en el camino no son solo residuos del viaje: son pruebas materiales de una falla colectiva. Contarlos, conservarlos, nombrar a las personas y exigir políticas coherentes es la forma más potente de transformar esos objetos en memoria pública, y de hacer que la elegancia no olvide su responsabilidad humana.


Imagenes del Shorwoom de la marca mexicana HAUTE À PORTER, que se inspiro para crear un altar de muertos honrando a todas estas vidas que no tienen nombre, pero que sabemos que existen, invitando a los amantes de la moda a dejar un mensaje en las vitrinas de la tienda, como símbolo de acompañamiento y reconocimiento de que están ahí.



Fuentes seleccionadas :

* Recuento histórico de muertes intentando cruzar la frontera (estimado desde 1998). USAFacts


* Informe CBP — Border Rescues and Mortality Data / FY2023 report. cbp.gov


* Reportes periodísticos sobre muertes en el desierto y esfuerzos de rescate (Guardian, investigación sobre rescates y mortalidad). theguardian.com


* Documentación y recuperación de objetos personales (museo / colecciones que conservan zapatos de migrantes; análisis cultural sobre objetos dejados en rutas). americanhistory.si.edu

* Cobertura periodística sobre saturación de condados fronterizos y recuperación de cuerpos (Washington Post, LA Times).

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